Puede que seas una de esas personas que te preocupa o incluso da terror herir a las demás personas, bien personas adultas o tus iguales, o bien a tus hijos, sobrinos, alumnos…y esto te cause malestar interno sólo de pensar que puedes herirlos, y puede que también te cause dificultades en la relación.
Malestar interno porque sufres cuando piensas que puedes provocarles dolor (que seguramente tú hayas sentido en tu historia de vida), y malestar relacional porque quizás no estableces límites claros necesarios para la relación (debido al miedo a herir) y esto dificulta en cierto modo la comunicación o tu función de educador/a si es el caso.
Primero de todo vamos al malestar interno que te genera esta posibilidad de herir con tus palabras, tus acciones o inacciones. Puede que sientas un vértigo interno, una preocupación o un miedo que te aleja de esa acción que valoras como una posibilidad de herir a otra persona. Mi pregunta para ti sería, ¿qué parte de ti tiene tanto miedo de que esto ocurra? ¿qué es eso tan intenso que has vivido que no quieres ni pensar en que tú puedas provocarlo en otra persona? Mi propuesta es que identifiques de dónde viene este miedo, qué sentido tiene en tu historia y en tu mente, y puedas mirarte a ti antes que ir a mirar a la posible persona que sufriera ese dolor.
Es cuidadoso y magnífico por tu parte querer preservar la relación con esa otra persona importante en tu vida, y personalmente pienso que es una cualidad que necesitamos cultivar en esta época en nuestra cultura, y a la vez es importante que veas si ese miedo, temor o preocupación está nublando de algún modo tu propia herida que puede estar reclamando atención y cuidados. En ese caso, al estar cieg@ a la propia herida, estarías descuidándote, y descuidando la relación con esa otra persona.
En términos psicológicos decimos que proyectamos cuando ponemos fuera de nosotros sentimientos, deseos o intenciones que nos son propias. Podemos decir que ponemos fuera lo que todavía no podemos asumir dentro. Así que ¿qué heridas fueron muy difíciles para ti? ¿cómo puedes hacerte cargo de ellas? ¿qué requieren tus heridas emocionales ahora?
Quizás, al parecerte una buena cualidad (la de preocuparte por los demás) no indagas más y asumes que está bien y punto. Sin embargo, si esto es muy intenso puede estar afectándote personalmente y en tus relaciones. Porque como tememos herir puede que no estemos poniendo límites saludables, y si la otra personas es un infante, o una persona de la que eres responsable de algún modo, hay una parte de tu cometido que no estás asumiendo. También puede darse que estés tolerando conductas de una persona adulta o igual que no son beneficiosas para ti, o te molestan de algún modo, por no atreverte a poner ese límite que temes que le lastimaría.
Tu miedo es válido y se merece todos nuestros respetos y seguramente es un parte de ti que necesita cierta atención o cuidados. Si no puedes acompañarla por ti mismo/a, puedes buscar ayuda profesional, y si no puedes acceder a ella en estos momentos puedes buscar un libro inspirador, charlar con personas abiertas a escuchar sobre emociones, realizar algún acompañamiento artístico-terapéutico… Hay muchas fórmulas para abordar y acompañar los miedos, por favor, no les dejes solos.
Es importante que sepas que el miedo es una emoción muy presente en la forma que tenemos de relacionarnos en nuestro día a día en estos momentos de la historia, quiero decir con esto que tenemos una ceguera colectiva hacia nuestros propios miedos y cómo manejarlos. Espero que esto te ayude a comprenderte y a cuidar de ti cuando se activen miedos, temores, preocupaciones, dudas o inseguridades (todas ellas emociones de la familia del miedo).
Por otro lado, es saludable asumir que a lo largo de nuestra historia produciremos heridas, malestares o molestias emocionales en otras personas. Aunque no queramos, aunque vayamos con cuidado, forma parte de la vida y siempre podemos tomar consciencia del daño causado y repararlo de algún modo. Pero de todo esto escribiré más adelante otro artículo.
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